Abrir los ojos a la claridad del hospital. No se ha estado soñando por más que uno recuerde las escenas en constante vibración y permuta: blanco, negro; turbio, helado, vivo, muerto. Cómo explicar algo en el que se acumulan los axiomas: recuerdo, sueño, profecía, vivencia. Más parecido a la visión fantasmagórica, pero con la recurrencia de que el que ve nunca es el mismo. El hospital como caja en blanco, segundo piso con la cordillera en los cristales. Dolor que penetra en los pinchazos y la comida sosa. Despertar sin saber cómo se ha ido a parar allí.
Ya no saber por qué se corre. Letreros, intermitencia, mucho humo, murmuraciones en idioma oriental, órdenes en español, multitud de luces que pasan en tropel. Noche lejana en el tiempo y en el espacio. Los rostros acusadores, ovalados, medio ocultos entre las puertas entornadas; la policía repartiendo, enfurruñados, sostenidos en los garrotes y los gases. Me van a apalear, es seguro que quieren desquitarse en alguien… al cerrar los ojos: la enfermera. Trae los antibióticos, un gran jarro con agua. “…tese quieto, hombre; calma, levante la cabeza, por favor.” Agua limpia que renueva las lágrimas. “Paliza que no se la deseo a nadie –dice- pudieron matarle, ¿no tiene usted parientes?, ¿alguien a quién avisarle?” Explicarle desde la fiebre, somnolencia. Soy antes que mi padre y que mi madre y después de mis múltiples hermanos. No se lo digo en voz alta, creerá que los antibióticos y las continuas excoriaciones...
En el reclusorio, la escena cambia a sueño, clamaban: “Es el asesino, él lo hizo, vimos cuando regaba el combustible, ya tenía el fósforo encendido. Entréguenlo a la multitud para sentar un precedente” ¿En qué idioma? Se podía ver el gran rótulo, un murciélago de latón que se desprendía sin ruido. A pesar de las llamas, el calor cortante, el humo oscuro, impulso a querer leer antes del desprendimiento. “Ozone” sin significado en aquel momento. Famoso antro por sus extranjeros y los excesos. Alfabeto inglés, sonido español. Manila, Filipinas, en el archipiélago de… cantidad de muertos… tantos y el video dentro de la computadora que también se iba quemando. “Muy bien, Muchacho. Muy bien, Muchacho, lo has hecho perfectamente”. Realidad alegórica que se trastoca al abrir o cerrar los ojos. Palmaditas en la espalda, como rito de iniciación ya fue suficiente. La computadora entregaba la información, esgrimía los caracteres, como una voz. Detrás de la voz: Fulano de tal. ¿Por qué nadie lo ve, allí está su sitio web? Haciendo el recuento de los daños, ufanándose de las víctimas, paseando entre las camas de la sala de cuidados intensivos. La enfermera y su desgano, tarea de hormiga perezosa. Una visión fresca y sin embargo… los años la habían enterrado. Estar en el pasado, pero sin haber abandonado el presente. El año entraba en la visión ¿o era recuerdo?, 1996. “Reuter: un pavoroso incendio destruyó hoy a las…”
Tres perspectivas en las que los garrotazos con los que la policía dispersaba la multitud se atenuaban: la blandura del hospital, firme presente; la huída por las calles de Manila, recuerdo; y el reclusorio, detrás del sueño recurrente, futuro. Fulano de tal abarcando todo, su gran voz: “voy a sacarte de allí, Muchacho, no te preocupes”. “¿De dónde?”, dice el doctor que me vigila ¿Y dónde estoy? “Es el hospital del estado, Mario Rivas –concretiza- en plena ciudad de San Pedro Sula”. Lo sabía, por los cruzamientos irreales, esas fatigas en las que la mente se debate. Ensopado por el sudor aunque las cobijas sean tan delgadas que la luz las transparenta. Ojos filipinos por todas partes, abrumados por el humo que invade las calles, por el acontecimiento que no creen todavía. Es el incendio más tenebroso, fatal, según los gritos y la movilización de los bomberos. La policía acusando a todos los que tienen fósforos en su haber, a falta de alguna prueba mejor. Reprimen. “¿Quién lo hizo?, ¿alguno vio algo sospechoso?, necesitamos toda su ayuda” En inglés, “Where are you from”.
“I am…” La enfermera. “Podrían haberlo estrangulado, fíjese en el cuello, los hematomas y todo eso”. El doctor. “Preocupan las heridas, los golpes por todas partes, le sonaron bárbaramente”. Entre los dos me devuelven al reclusorio, al sueño que no tiene principio. Enfrente está el que me ha denunciado. Cara de mandril, redonda, arqueado. Cerrar bien los ojos para verlo bien. El gran congestionamiento, los hombres que me persiguen y el garrotazo con el que consiguieron que me detuviera. Las cervezas eran lo único insoportable. ¿Cómo pueden creer que yo fui capaz de hacer algo así? En el sitio Web de Fulano de tal aparecen las fotografías, el estruendo de las llamas acompaña a los que quedaron adentro. No pesar, no dolor, por las víctimas, aquellos que se quitan del camino de la inocencia. ¿En qué me estaré convirtiendo? El doctor. “Está tan cansado y débil”. La enfermera. “Se consume en la fiebre y la inquietud, como si tuviera fuego por dentro”. El doctor. “Póngale un calmante, que se duerma… Ya veremos después”. La enfermera. “A sus órdenes, señor”. Con malicia, llevar a cabo su relación en secreto, un guiño para ponerse de acuerdo. La jeringa traspasa la piel, empuja los párpados a cerrarse. El hospital aparece de la nada porque el cuerpo no está en ninguna parte. “Muchacho, Muchacho, deja ya de fingir tanta inocencia”.
Todo es tan fácil, basta atarse a las consecuencias. Las imágenes hablan, literalmente. Fulano de tal permite soñar o ver el sitio prohibido si se ha participado de alguna de sus atrocidades. Rara vez alguien consigue familiarizarse con la dirección electrónica. No existe porque cada vez que se ingresa es distinta o es creación del momento, síntoma de la voluntad atada. Grandes archivos con todos los detalles. Sumarios, sospechas, el informe cabal de los bomberos. Errores por doquier, candados que debieron permanecer sin trancar, los extintores desaparecidos, salidas de emergencia taponadas y qué decir del cortocircuito que siempre salva la situación. Falacia, Muchacho lo entiende de esa manera. Fuego por aquí, fuego por allá. Yo creo en Fulano de tal, siempre está involucrado, es su forma de ir purificando al mundo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
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